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Asociación Aragonesa Madres y Mujeres ArcoIris

EN EL UMBRAL

 

EN EL UMBRAL

 

“No existe la muerte. Eso que lo parece es un simple tránsito

                                                                                Longlellow.

 

¿Qué nos espera tras la muerte? No lo sabemos. Pero hay ciertos hechos en relación con la defunción de muchas personas, que nos invitan a reflexionar. Hechos como los siguientes:

El doctor, filósofo y teólogo protestante, Albert Schweitzer, premio Nobel de la paz en 1952, que pasó gran parte de su vida como misionero en Gabón, cuando estaba a punto de fallecer, de pronto se reanimó y mirando atentamente a un punto situado en el ángulo superior del mosquitero. Dijo a su sobrina, que le atendía: “he visto algo maravilloso”, y falleció.

También el inventor americano Thomas Edison se dice que en el momento de morir, exclamó: “¡Qué hermoso es el más allá!”.

Igualmente, el filósofo Edmundo Husserl, de origen judío, estando en fase terminal, de pronto se reanima vivamente, y dice a la enfermera del hospital en el que era atendido: “¡Pronto, pronto!, traiga papel y lápiz, y escriba lo que he visto; es algo maravilloso, maravilloso”.

La enfermera salió prontamente a cumplir el encargo, pero a su regreso, Husserl había fallecido.

Santo Tomás de Aquino, enfermo, cae en un extraño sopor. Cuando despierta, su amanuense le apremia para que siga redactando la Summa Theológica, que al fin quedó inconclusa. Tomás le dice que  yo no puede seguir escribiéndola. Insiste el religioso, pero Tomás no puede continuar, no puede concluir su obra fundamental. Entonces, su hermano en religión y escribano le conmina, en el nombre de Dios, a que diga por qué no puede concluir la Summa. Y es entonces cuando Tomás le dice: “Cuando me hallaba en esa situación de casi separación del mundo, cuando me encontraba conmigo mismo, con los sentidos cerrados al mundo exterior, he visto la Verdad tan clarísimamente, que yo no vale la pena seguir escribiendo la Summa Theológica, porque todo lo que en ella he dicho, es paja.

¿Qué pudo ser lo que vieron estas personas?, ¿Será, en verdad el “más allá?... y será realmente tan hermoso?

No podemos saberlo. Como tampoco podemos examinar la oscuridad, porque en el mismo momento en que encendemos alguna luz para ver algo, desaparece.

Pero son muchas las personas que en los últimos momentos de su vida experimentan un extraño estado de lucidez y de vivacidad; incluso personas perturbadas o con trastornos psíquicos… ¿será que comienzan a vivir con más plenitud, liberados de su cuerpo?

Tal vez en ese último paso, se pueda llegar a comprender el auténtico sentido de la vida… y se “sepa” que ya se ha logrado el objetivo.

Tal vez entonces se perciba de lleno que la experiencia y el aprendizaje previos tenían un sentido, un propósito que al final se culmina.

Tal vez, en fin, ese trance se experimente, se “viva” como el tránsito definitivo a la auténtica, a la verdadera vida. Una vida en la que el cuerpo físico sería un impedimento, un estorbo. Por eso lo abandonamos.

O quizá todos estos pensamientos no son sino ilusiones, fantasías que nos montamos para poder enfrentar la idea de la muerte sin que nos perturbe demasiado… ¿quién lo sabe?

Verdaderamente, nadie. Porque, como dice Pedro Laín Entralgo, “para la mente humana, lo cierto será siempre penúltimo, y lo último será siempre incierto”.

Y de ahí nace nuestro temor: de la incertidumbre.

Disipémoslo. Desentendámonos de ese miedo. No nos sirve ni nos ayuda, ni nos evita el paso. Veamos la muerte como un tránsito liberador, o mejor, como una fantástica y estimulante aventura que sólo tendremos una ocasión de experimentar.

Y no la temamos. En realidad, ella no existe cuando existimos nosotros, y nosotros no exitimos cuando ella aparece, Por tanto, difícilmente le veremos la cara. Sólo es un instante, un ¡click! Como el de encender la luz. Recordemos aquéllos versos de José Luis Martín Descalzo:

                

                  “Morir sólo es… morir.

                   Morir se acaba.

                   Morir es una hoguera fugitiva.

                   Es, cruzar una puerta a la deriva

                   y encontrar lo que tanto se buscaba”

 

            Aquí quedarán nuestras obras. Y nuestra memoria. Procuremos, mientras nos llega ese momento supremo, ganarnos un rinconcito, un recuerdo amoroso en el corazón de nuestros semejantes.

            Porque verdaderamente, vivir en los corazones que dejamos tras nosotros eso no es morir.

 

Jesús Jaime Santos

 

  

 

 

 

 

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